Frente a casa había un terreno con un hermoso ombú...
Entre otras cosas, remontábamos barriletes, jugábamos a la pelota, y unos paisanos hasta domaban potros.
Tenía ese terreno del ombú, un especial magnetismo para mí.
Con unos tres o cuatro años de edad, solía decir según me contaron, que "cuando sea grande voy a ser domador de caballos y de gallinas"
Ya un poco mayor -diría unos nueve- acompañaba a "Bachicha" -ese era su apodo- en el carro, para vender fruta. Me causaba emoción, especialmente cuando me daba las riendas para que controlara el caballo. Y, el hecho de que volviera a casa, con fruta a "manos llenas"; esa era la paga.
A los doce años, fue como un milagro, cuando mis padres compraron una yegüa tobiana, a la que llamamos ESTRELLA.
Relinchaba fuerte para saludarnos, cuando mi hermano mayor y yo, llegábamos de la escuela. Se encontraba pastando tranquila en el terreno que les dije.
Gran placer era llevarle un balde con avena y el agua.
Acariciarla y tener contacto con ella...¡ni te cuento!
Y ni hablar cuando aprendí a montarla. Incluso canchereaba en la puerta de la escuela ante los pibes del turno de la tarde.
Te cuento que tuve varios caball0s. Lo que mas me atrapó es lo que se llama quitarle las cosquillas. Trabajo que se hace, previo a enseñarle a montar, durante mucho tiempo. Es la etapa de creación del vínculo con el humano. Se le van quitando las cosquillas, con mucha paciencia, acariciando al potrillo en diversas partes sensibles del cuerpo para que vaya agarrando confianza.
Nunca llegué a ser, lo que se dice, un baqueano (experto en criollo). Solo supe montar, trotar, cepillar, hacerle doblar y levantar las patas; un poco a desvasar, ésto es, limpiar y limarle las uñas para que pise bien...
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2 comentarios:
Tocar la "estrella", siempre una experiencia agradable, seguro!!!
Como también descubrir tus palabras en la narración.
belijerez. Muchas gracias por visitar
Me alegro que te guste la narración. Muchos saludos!
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