lunes, 25 de mayo de 2009

MATANZA

Alguno recordará que les contaba la vez anterior, sobre MICHI, el gatito que nunca volvió.Bueno ésto que les cuento ahora, sucedió mucho antes, cómo fácilmente se darán cuenta...
Uno se pregunta hasta dónde los chicos actúan con maldad o no, "qui lo sá". Lo cierto es que cuando andaba por los cinco o seis; me junté con un grupo como de diez a quince pibes bastante mas grandes.Y copiando todos sus comportamientos, como suele ser lo común en los mas pequeños ; nos fuimos caminando con un propósito que desconocía o no entendía bien.
En esos tiempos y circunstancias, solíamos andar con o sin rumbo y no había vigilancia o control estricto. Solamente lo hacían un poco, la gente que había, desde sus casas o la calle, como algo muy natural y aunque no nos identificaran bien. Parece que los padres se recostaban en ello y a su vez pensaban que no habían riesgos, por lo menos de los que suele haber actualmente y en todos o casi todos los lugares del planeta Tierra.
Caminábamos con aire de aventura portando cada uno un palo largo con una punta de lanza tallada. Iba caminando feliz imbuido de un mágico "mundo de fantasía".
Cuando llegamos a un zanjón ancho y bastante profundo, todos comenzaron a matar sapos sin razón y en cantidad. Cosa extraña es que una fuerza me detuvo y no lo pude hacer a pesar de haber amagado al principio; quedándome una profunda huella de tristeza que no me supe explicar en ese momento. No soy, ni me la doy de santulón pero así fue como sucedió...
Lo demás siguieron matando los batracios, "así como así" y muy contentos. Tampoco me acuerdo que estuvieran exacerbados o alterados por alguna cosa...


Éste y el anterior relato cerrarán con el siguiente. Si le viene en gana adelantar algún comentario, lo agradezco mucho

martes, 19 de mayo de 2009

UN AMIGO

Calculemos que tendría unos diez y "picos". Las casas comunicaban a través de alambrados. Los mayores intercambiaban chusmeríos, tazas de azúcar, recetas, relatos y otras yerbas. Los chicos jugábamos desde una casa a la otra y compartíamos bolitas, piedritas, autitos, arcos y diversiones.

La gata de los vecinos del fondo había parido, entonces se quedaron con dos crías, de los cuales Hugo, el hijo de mi edad; me regaló un gatito negro y blanco. Importante hecho histórico afectivo fué para mí. Muy original de mi parte, le puse de nombre MICHI.

Michi resultó ser mi nuevo compañero de aventuras. Al principio lo "trenzaba" en combate con el otro gatito, su hermano, pasándolo por el alambrado. Luego terminó siendo como un amigo con el que mi imaginación a pleno, volaba "al galope". Por ejemplo corría moviendo las ramas de los sauces para provocar su reacción; entonces el gato saltaba, colgándose de las ramas y se agarraba de mis piernas. Ese fué uno de los rituales que teníamos. Realmente terminó siendo en ese entonces, algo así como el centro de mi vida. A tal punto que, cuando llegaba de la escuela, lo primero que hacía, era ir corriendo al fondo a buscarlo.
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Cuando tenía once años, me enviaron a las sierras con un contingente de chicos, chicos como yo, durante mas o menos tres meses. Como suele ser, al poco tiempo de estar, después de extrañar algo, me olvidé y me integré a un nuevo mundo de amigos, sierras, cascadas, liebres, y otras cosas varias que conformaron algo así como un lindo "paréntesis" en mi vida. Que sería otra historia para contar; pero lo cierto es que ese tiempo, fué para mí una eternidad.
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Al regresar a mi casa, era como un despertar; lo primero que hice, fué saludar a las apuradas a mi abuela que estaba cuidando de mis hermanos, y a éstos brevemente; se podría decir, que casi "pasé de largo" para ir corriendo a encontrarme con Michi. Pero me llevé la sorpresa de que ya no estaba, a pesar de buscarlo en todos los rincones. Nunca mas volvió.(¿¿¿???)
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Esta historia continuará en el siguiente relato...Si tiene ganas de adelantarme un comentario, estoy agradecido.

domingo, 10 de mayo de 2009

DIGNIDAD

Un chico de uno diez años se paró junto a mí cuando estaba en la estación de servicio. Sus ojos de niño me observaron profundo.Mientras cargaba el gas en el auto, cruzamos un par de palabras. Se generó un vinculo instantáneo. Desde luego que sabía que algo me iba a pedir, pero no le hice fácil el camino, ya que por mi modo de ser, lo traté cordial, pero intimidador, mirándolo de frente. Hasta que, se animó y me preguntó si lo podría llevar a unas quince cuadras del lugar, que era en dirección adonde yo iba, sobre la avenida. Le respondí sin dudar, pero conservando el buen modo, que al ser él, menor de edad, no lo podía hacer, por los riesgos que implicaban. Ilustrándolo con un accidente que había ocurrido por ahí, hacía unos días. Aceptó buenamente la respuesta, quedando a la espera de hacer un nuevo intento...

No tardó en llegar -y lo estaba esperando, conozco la mecánica que suelen seguir los chicos "de la calle" como solemos llamarlos- entonces me dijo: ¿no tendría una moneda para darme?; ante lo cual le respondí que las monedas que me quedaban, se las acababa de dar como propina al empleado que me despachó el gas.

Inmediatamente, y "para rematar" hizo un último intento y me dijo "me das entonces un billete de dos pesos" -los había visto en el vuelto que me había dado el despachante-. En esta instancia, solamente como respuesta me limité a mirarlo con un gesto como de que "te estás pasando", pero siempre tratándolo bien. El también se sonrió y retrocedió en el intento.

Cuando me fuí, créanme, me saludó con respeto y afecto sincero. Yo igual que él, diciéndole "ya nos vemos".

Pienso que me saludo buenamente, porque le dí lo que necesitaba, AFECTO Y RESPETO, lo cual involucra su dignidad. Tengo desde hace mucho, un pensamiento que dice que ES MAS FÁCIL SER BUENO QUE JUSTO, porque ser bueno todos podemos serlo, si lo pensamos a la ligera; pero justo, no todo el mundo lo es.

Sinceramente, no me hubiera costado nada, por ejemplo, darle los dos pesos. Pero creo que, es mas lo que le hubiese quitado. En el fondo de sí me agradeció por actuar de esa manera, ya que puse a salvo su dignidad, lo supo instintivamente, por eso me trató tan bien, le dí lo que precisaba, lo que en su casa le pisotean sin darse cuenta tal vez.

Parecido a como cuando se le prohibe algo a un hijo. Aunque rezongue a veces, sabe que es por protegerlo o dignificarlo.

lunes, 4 de mayo de 2009

FUEGUITO

Desde lo más primitivo, el hombre adoró el fuego. Lo convirtió en una especie de dios. Lo usó para comunicarse, cocinar, calefaccionar y otras tantas.
Actualmente suele verse en nuestro pais por ejemplo, el eterno ritual alrededor de la parrilla, en la casa, en el camping, etc.
Es innegable que tiene un particular imán con nosotros los humanos y que muchos, quizás todos, tenemos una mágica atracción que viene de nuestros ancestros. ¿Tendremos quizás un piromaníaco escondido en nuestro interior?

Lo que sigue no se le puede contar a un niño chiquito. Pero cuando tenía cuatro años -con exactitud-; habíamos quedado en casa, a cargo de una mujer -que estimo, muy joven- que se apodaba Santa, con mis tres hermanos mayores, dos ellas, de 5 y 6, y un él -mi hermano mayor-, de 7 años y "picos" mas o "picos" menos. Santa no sé que estaría haciendo...de ella recuerdo...que le gustaba torturarme con algunas bromas pesadas.
Fuimos diez hermanos en total, obviamente, seis menores que yo...por lo que no tengo presente, si estaban en la casa, por lo menos dos de los que me siguen, en la cuna.

Ese particular día, caminábamos los cuatro por el jardín y mi hermano mayor había agarrado una caja de fósforos. Fué así que llegamos a un pastizal que estaba en el fondo, al lado del gallinero. Y pegado al mismo, había otro gallinero que pertenecía a los vecinos. En esa circunstancia comenzó a probar los fósforos el mas grande de nosotros y siguieron según la edad, las dos mujeres - les aclaro que la cosa era con inocencia- pero no lograron resultados.Hasta que me tocó el turno. ¿Saben que?, no sé cómo, pero encendí los pastos secos y el fuego se
extendió como reguero llegando a los costados de los dos gallineros.

El resto de la historia fué que Santa gritaba ¡voy a llamar a la policía! Y mi hermana mas grande gritaba desesperada como queriendo protegerme, porque creía que la policía iba a llevarme a mí!
Salí corriendo asustado, mientras ella lloraba y Santa tenía el teléfono en mano,
entré en la casa y me escondí abajo de la cama de mis padres...
Me pareció un siglo. Escuché por la ventana, pasar a los policías y mas tarde, los pasos pesados de los bomberos...
Supe después que los primeros habían apagado el "brutal incendio" con simples bolsas de arpillera mojadas...¡TAL VEZ NO HABIA SIDO PARA TANTO! Lo cierto es que me llevé el susto del siglo!