Uno los ve en las diferentes intersecciones de las avenidas. Los malabaristas por ejemplo, que hacen grandes esfuerzos para ganarse la propina- Están los que limpian los vidrios de los autos, algunos de los cuales ponen gran maestría en el desempeño de su servicio, manteniendo al mismo tiempo rápidas conversaciones con los automovilistas antes que cambie la luz del semáforo. Están los que venden fundas para celulares, panecillos regionales, cuchillos y etcétera etcétera.
Pero hay un caso en particular que me conmueve. Se trata de un joven florista vestido de traje en forma pintoresca. Se la pasa sonriendo y bailoteando todo el tiempo como una marioneta. Se ha constituido en un personaje burlesco a tal punto, que algunos le tocan bocina rítmicamente para que baile al compás de la misma como un monito. Me hace acordar a esos nenitos que a pesar de haber crecido, siguen haciendo las mismas gracias que hacían de muy chiquitos para mantener la atención de los adultos o a aquellos tipos que danzaban y hacían malabares a voluntad de los emperadores para poder subsistir.
La duda que me queda, es que si alguno de los que ve al vendedor de flores, se interesa por su vida interior. Yo creo que no, que muchas veces sus sonrisas son dibujadas y sus bailes forzados. Es como un payaso de circo que ante una especie de señal hipnótica actúa como la gente está esperando que lo haga.
Percibo en el florista una tristeza muy disimulada.
jueves, 17 de mayo de 2012
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