Te cuento que en la infancia tuve momentos de grandes fiestas, no tanto por lo material, sino por otras cosas.
Destellos que fueron y vinieron como luces de arbolito, que en mi memoria permanecen presentes.
Era un gran Pesebre el que armábamos entre todos, guiados por mi mamá que ponía mucho entusiasmo en esas cosas de sentido religioso; al menos ella así nos inculcaba.
Alegría y fiesta hasta en los rincones. Tal vez las arañitas observaban con interés desde el techo.
En la estufa hogar, al cento de una larga pared como de unos seis metros, se armaba el Nacimiento con todos los detalles y elementos tradicionales. Y, hacia los costados se completaba el resto de esa extensión con montañas hechas de papel madera, lagos y ríos con espejos y, desfilaban pastores, granjeros y otros personajes. al mismo tiempo que habían bueyes, mulas, ovejas, patos y etc.
Alguno de nosotros agregábamos alguna cosa de manufactura propia. Recuerdo haber puesto una casita que hice con algo parecido a la plastilina. Y que la entonces, hermana chiquita que hoy es escultora y ceramista profesional, aportó algo que había hecho con sus manitos, reflejando desde entonces un don particular.
Al arbolito lo hacíamos, pero se le daba menor importancia, esa era la costumbre que se nos había inculcado.
En realidad, no se mencionaba a Papá Noel, ya que el centro de la cuestión era el Niño Jesús, y eso, a nadie molestaba.
sábado, 24 de diciembre de 2011
martes, 13 de diciembre de 2011
ALFAJORES
Por aquel entonces teníamos un negocio en la misma casa que alquilábamos, de esa manera equilibrábamos el presupuesto.
No te voy a decir que estábamos como para "tirar manteca al techo" pero en medio de plena inflación pudimos subsistir y mantener a nuestros hijos.
Sin lujos pero bien. Estábamos bastante acostumbrados a la lucha y entonces había algo de aprendizaje.
Mi esposa, que atendía también el negocio, le tocaba quedarse con los chicos, que eran cinco en ese entonces; la casa y hacer la magia de la comida y otras cosas, para lograr vivir felices y en paz.
Yo tenía mi trabajo habitual como asistente social, atendiendo familias en situaciones de conflicto de toda índole y en zonas de riesgo. También arreglaba algún que otro televisor e instalaba antenas y otros trabajos, aprovechando mis estudios y experiencia como técnico en electrónica. A ello se sumaba que cuando estaba en casa atendía los clientes del kiosco, junto al reclamo de afecto de nuestros hijitos, a la vez que con lápiz en mano debía revisar los cambios de precios y preparar los pedidos para que, en muchos casos saliéramos todos "en patota" a visitar a los mayoristas para comprar la mercadería que hiciera falta.
No quiero abundar con otros detalles para no parecer una novela aburrida y eso haga que te canses y dejes de leerme. Lo cierto que fue una de las épocas mas exigidas de lucha para preservar nuestra autonomía y dignidad del hogar que libremente habíamos constituido. Y de paso ponernos a salvo de los invasores de turno que en forma de inquisición nos hacían sufrir mucho con sus actitudes condenatorias por nuestro estilo de vida elegido.
Resulta que, todos los días entraban al negocio cuatro chiquitos antes de ir a la escuela. A esa hora generalmente me encontraba atendiendo, antes de salir a trabajar para aliviar a mi mujer. El hermano mayor tendría unos diez años y rutinariamente se acercaba al mostrador para hablarme mientras compraba algunas golosinas y mientras tanto, sus hermanitos, jugaban dentro del salón en apariencia muy tranquilos.
Hasta que, en una de las veces, observé que la mas chiquitita -unos seis años- aprovechó la circunstancia para meter la manito en una vitrina para hurtar alfajores. Todo indicaba que estaba experimentada y que se llevaban los cuatro muy de acuerdo en la táctica de distracción y robo.
Gran conflicto en mi interior frente a la situación, pero por los resultados, parece que la encaré adecuadamente.
Lo que hice fue mostrarme muy herido por lo que era una traición de confianza para mi . Les hablé poco, les mostré mi disgusto, les advertí que no lo volvieran a hacer y, no les reclame ninguna devolución haciendo como que había sido la primera vez y les dije que volvieran cuantas veces quisieran, que no los iba a tratar mal. LOS PERDONÉ.
Estos chicos siguieron yendo al negocio, mas vigilados por mi y nunca mas se habló del hecho.
TRANSCURRIERON UN PAR DE AÑOS y me encontré con el mayor de ellos. Al reconocernos, me saludo con afecto mostrando agradecimiento por aquél histórico "sermón" para sus vidas. Pienso que lo que prevaleció en ellos fue mi falta de rencor.
No te voy a decir que estábamos como para "tirar manteca al techo" pero en medio de plena inflación pudimos subsistir y mantener a nuestros hijos.
Sin lujos pero bien. Estábamos bastante acostumbrados a la lucha y entonces había algo de aprendizaje.
Mi esposa, que atendía también el negocio, le tocaba quedarse con los chicos, que eran cinco en ese entonces; la casa y hacer la magia de la comida y otras cosas, para lograr vivir felices y en paz.
Yo tenía mi trabajo habitual como asistente social, atendiendo familias en situaciones de conflicto de toda índole y en zonas de riesgo. También arreglaba algún que otro televisor e instalaba antenas y otros trabajos, aprovechando mis estudios y experiencia como técnico en electrónica. A ello se sumaba que cuando estaba en casa atendía los clientes del kiosco, junto al reclamo de afecto de nuestros hijitos, a la vez que con lápiz en mano debía revisar los cambios de precios y preparar los pedidos para que, en muchos casos saliéramos todos "en patota" a visitar a los mayoristas para comprar la mercadería que hiciera falta.
No quiero abundar con otros detalles para no parecer una novela aburrida y eso haga que te canses y dejes de leerme. Lo cierto que fue una de las épocas mas exigidas de lucha para preservar nuestra autonomía y dignidad del hogar que libremente habíamos constituido. Y de paso ponernos a salvo de los invasores de turno que en forma de inquisición nos hacían sufrir mucho con sus actitudes condenatorias por nuestro estilo de vida elegido.
Resulta que, todos los días entraban al negocio cuatro chiquitos antes de ir a la escuela. A esa hora generalmente me encontraba atendiendo, antes de salir a trabajar para aliviar a mi mujer. El hermano mayor tendría unos diez años y rutinariamente se acercaba al mostrador para hablarme mientras compraba algunas golosinas y mientras tanto, sus hermanitos, jugaban dentro del salón en apariencia muy tranquilos.
Hasta que, en una de las veces, observé que la mas chiquitita -unos seis años- aprovechó la circunstancia para meter la manito en una vitrina para hurtar alfajores. Todo indicaba que estaba experimentada y que se llevaban los cuatro muy de acuerdo en la táctica de distracción y robo.
Gran conflicto en mi interior frente a la situación, pero por los resultados, parece que la encaré adecuadamente.
Lo que hice fue mostrarme muy herido por lo que era una traición de confianza para mi . Les hablé poco, les mostré mi disgusto, les advertí que no lo volvieran a hacer y, no les reclame ninguna devolución haciendo como que había sido la primera vez y les dije que volvieran cuantas veces quisieran, que no los iba a tratar mal. LOS PERDONÉ.
Estos chicos siguieron yendo al negocio, mas vigilados por mi y nunca mas se habló del hecho.
TRANSCURRIERON UN PAR DE AÑOS y me encontré con el mayor de ellos. Al reconocernos, me saludo con afecto mostrando agradecimiento por aquél histórico "sermón" para sus vidas. Pienso que lo que prevaleció en ellos fue mi falta de rencor.
lunes, 5 de diciembre de 2011
EL FALTAZO
Hace unos dias salió por televisión haciendo mucho estruendo un homenaje a una jovencita que había llevado nueve años ininterrumpidos sin faltar a la escuela.
Como estoy acostumbrado a hacer lectura de rostro, pude notar reflejado en la niña una especie de alegría sobreactuada. Era como que estaba soportando una gran presión de imagen.
Entonces me hice una pregunta a mi mismo de ¿que pasaría si un día decide faltar por el simple hecho de cambiar su rutina o de querer ir a pasear con sus papás por ejemplo? ¿tendría libertad para hacerlo?
En nuestro caso, siempre hemos pensado que de vez en cuando "tirarse una canita al aire" daba buenos resultados, mejoraba la motivación y los resultados en el cumplimiento de las obligaciones.
Por lo cual, de pronto un día organizábamos un "paseo loco" fuera de esquemas rutinarios y los chicos ese día faltaban a la escuela.
Esas veces fueron históricas y de fiesta. No solamente no los olvidaron mas, por el especial sabor que les dejó en la memoria. Sino que retomábamos el ritmo con alegría y nuevas energías.
Asi mejorábamos en una cosa especialmente importante, como es, mejorar el vínculo entre nosotros.
Hay momentos en que solo la familia cuenta y dejan huellas importantes........
jueves, 17 de noviembre de 2011
CLIMA
Hace un tiempo salí por la calle caminando para realizar algunas cosillas varias. Me encontraba en mi mejor estado de ánimo. O sea, así como te lo digo. La Paz del Alma estaba en mí. No eufórico, sino contento; no desbordado, sino en equilibrio.
A su vez era un hermoso día en todos los aspectos que acostumbramos, creo que muchos, a fijarnos. Sol, árboles resplandecientes de vida, vientito suave, buena temperatura, cantos de pajaritos, etc.
Al encontrarme en la parada del colectivo, que es lo mejor que hay cuando tenés que ir al centro, siempre que no haya que esperar demasiado. Había otra persona callada. Y con mi temperamento, es como que me sale compartir pequeñas cosas, a riesgo de equivocarme si es necesario. Suelo sondear al otro, y le converso si hay quorum. Es un modo de decir.
Miré a esta persona y le dije con buen talante ¡que dia! ¿no le parece? Como queriendo expresar que era hermoso en el sentido en que te lo dije arriba.
Pero mi interlocutor presunto, se ve que estaba con un estado de ánimo diferente al mío. Entró al diálogo en seguida y me respondió. ¡Si! ¡que dia que tenemos hoy! ¡ con lo que está pasando en los Gobiernos y las crisis financieras!. Todo eso me lo decía sacado de si mismo y enojado, no se con quien, pero enojado al fin.
O sea que, estábamos en órbitas diferentes. Yo le quería decir ¡que lindo dia!. Pero el -como se acostumbra a decir- "lo agarró para el lado de los tomates"
Me quedé muy tranquilo "silbando bajito" y esperando el colectivo. Y, eso si, dentro de mi Paz .
A su vez era un hermoso día en todos los aspectos que acostumbramos, creo que muchos, a fijarnos. Sol, árboles resplandecientes de vida, vientito suave, buena temperatura, cantos de pajaritos, etc.
Al encontrarme en la parada del colectivo, que es lo mejor que hay cuando tenés que ir al centro, siempre que no haya que esperar demasiado. Había otra persona callada. Y con mi temperamento, es como que me sale compartir pequeñas cosas, a riesgo de equivocarme si es necesario. Suelo sondear al otro, y le converso si hay quorum. Es un modo de decir.
Miré a esta persona y le dije con buen talante ¡que dia! ¿no le parece? Como queriendo expresar que era hermoso en el sentido en que te lo dije arriba.
Pero mi interlocutor presunto, se ve que estaba con un estado de ánimo diferente al mío. Entró al diálogo en seguida y me respondió. ¡Si! ¡que dia que tenemos hoy! ¡ con lo que está pasando en los Gobiernos y las crisis financieras!. Todo eso me lo decía sacado de si mismo y enojado, no se con quien, pero enojado al fin.
O sea que, estábamos en órbitas diferentes. Yo le quería decir ¡que lindo dia!. Pero el -como se acostumbra a decir- "lo agarró para el lado de los tomates"
Me quedé muy tranquilo "silbando bajito" y esperando el colectivo. Y, eso si, dentro de mi Paz .
miércoles, 9 de noviembre de 2011
ABRIR LOS OJOS
El asunto esencial, es abrir bien los ojos para conocernos entre nosotros. Estamos llenos de preconceptos. La tendencia es sacar conclusiones unos de los otros guiándonos por falsas imágenes.
La pregunta es ¿que hay detrás de la fachada?
Cuando iba a la escuela secundaria, estando en los 17 años, había uno de los compañeros, llamado Carlos que acostumbraba a estar aislado y no tenía amistad con nadie.
Como le iba muy mal en las notas y siempre estaba embroncado, ello me despertó gran curiosidad, ya que además de todo eso, éramos vecinos. Resultó para mi ser un desafío el hecho de tener que ganarme su amistad. Pero a pesar de los distintos intentos, siempre me salía con un mal modo o alguna agresión de mal gusto. A pesar de que, incluso había tratado de ayudarlo en las materias sin humillarlo, prestándole algún cuaderno y esas cosas.
Tanto fue su actitud de rechazo que opté por "cerrarle la puerta". "Nunca mas", pensé y lo borré de mis proyectos . Llegué a la conclusión de que se trataba de un mal tipo y chau que te vaya bien.
Transcurrió un cierto tiempo hasta que un día nos cruzamos por la calle del barrio. Como iba manejando me invitó a subir al automovil y lo acepté. Y ya andando,cambió la cara por decirlo así, y se puso a charlar con mucho entusiasmo.
Obviamente, yo lo escuchaba con cierta desconfianza pero, como dicen que las segundas oportunidades son convenientes, fui amistoso en consecuencia.
A cierto punto de la conversación se quedó callado y serio. Y de pronto me soprendió y cambió mis esquemas, PÍDIENDOME DISCULPAS por los modos con que había actuado y me confió que tenía una seria enfermedad en la glándula tiroides que le afectaba el sistema nervioso.
Le crei porque fue un buen gesto de humildad y eso lo explicaba todo. Además de ello, me di cuenta que, como agravante, la misma situación le había bajado la autoestima.
Así nació un amigo.
martes, 1 de noviembre de 2011
MUY ORDINARIA
Esta es una NARRACIÓN ORDINARIA. Tan ordinaria que la suelo ver muy de cerca y muy seguido.
Mientras estaba en la calle caminando, veo pasar a dos patrulleros policiales a "todo trapo", o sea velózmente.
Lo que mas me impresiona es la falta de asombro, ya que no suele causar el revuelo que antes provocaba. Ya que cuando muchos éramos pequeños, el sonido de la sirena era novedad y causaba mucho susto. En cambio hoy, a uno suele producirle algo así como un escalofrío que así como viene se va. La duda que me queda, es que si se va o se suma.
Luego pongo en marcha la camioneta y sigo viaje, a esa altura, olvidado de los patrulleros. Hasta que, a las pocas cuadras tuve que disminuir la marcha, poner baliza. A cierta distancia se veía que se había armado un tole tole y el tránsito estaba cortado.
Alli estaban otra vez los patrulleros y un montón de gente agolpada hablando agitadamente. Enseguida me topé entonces con los vecinos muy nerviosos, un automóvil chocado, una motocicleta retorcida por el impacto y un joven fallecido.
Así nomás, muerto como si tal cosa.
Al día siguiente no figuraba en los diarios de este accidente. Se hablaba si,de otros muy parecidos, dos en total. Me quedé pensando entonces de que habrán habido otros mas de los que tal vez tampoco se supo.............
Mientras estaba en la calle caminando, veo pasar a dos patrulleros policiales a "todo trapo", o sea velózmente.
Lo que mas me impresiona es la falta de asombro, ya que no suele causar el revuelo que antes provocaba. Ya que cuando muchos éramos pequeños, el sonido de la sirena era novedad y causaba mucho susto. En cambio hoy, a uno suele producirle algo así como un escalofrío que así como viene se va. La duda que me queda, es que si se va o se suma.
Luego pongo en marcha la camioneta y sigo viaje, a esa altura, olvidado de los patrulleros. Hasta que, a las pocas cuadras tuve que disminuir la marcha, poner baliza. A cierta distancia se veía que se había armado un tole tole y el tránsito estaba cortado.
Alli estaban otra vez los patrulleros y un montón de gente agolpada hablando agitadamente. Enseguida me topé entonces con los vecinos muy nerviosos, un automóvil chocado, una motocicleta retorcida por el impacto y un joven fallecido.
Así nomás, muerto como si tal cosa.
Al día siguiente no figuraba en los diarios de este accidente. Se hablaba si,de otros muy parecidos, dos en total. Me quedé pensando entonces de que habrán habido otros mas de los que tal vez tampoco se supo.............
lunes, 24 de octubre de 2011
SU PROPIO ESTILO
Algunos dicen que elegimos como vivir, otros de que somos producto de las circunstancias. En realidad personalmente pienso que vamos eligiendo un modo según éstas se nos vayan presentando y, a ese estilo que optamos, lo podemos ir modelando con el tiempo, de acuerdo a nuestras nuevas inquietudes. Ya que, indiscutiblemente, la vida es una caja de sorpresas.
En el caso de Julián, lo conocí cuando el tendría unos cincuenta años. Definitivamente, vivía al modo que el había elegido. Lo cual no se trata solamente de dinero, sino especialmente de buscar el que le quedara como zapato a su medida.
Su casita era sencilla, ubicada en la zona pobre del barrio, adentro tenía todo lo que necesitaba según como lo deseaba. No voy a extenderme para lograr ser leido sin que te aburras por la extensión. Me voy a circunscribir al hecho de que prefería vivir de changas, como decimos aquí, o sea de trabajos diversos, tales como jardinería, reparaciones del hogar etc. Quiero destacar entonces las herramientas que, con su ingenio había construido para poder defenderse en su trabajo.
Había hecho una bordeadora con una licuadora puesta en forma invertida sobre un caño. Una máquina de cortar césped con una aspiradora de esas de las de antes, tipo Yelmo, que cuentan con tres rodillos. Una soldadora eléctrica con bobinas fabricadas con cables en desuso, que por cierto estaba muy bien hecha. Otras tantas herramientas manuales que sería extenso enumerar.
Tenía una huerta prolija y unas aves de corral.
No le faltaba nada, tenía buen ánimo, pese a contar con un pasado algo tortuoso, que lo había impulsado a alejarse de sus familiares.
Los vecinos lo aceptaban y le ofrecían trabajo. Lo cual le alcanzaba para subsistir dignamente.
Solía expresar con bastante vehemencia ...."tengo todo lo que quiero y quiero todo lo que tengo".
En el caso de Julián, lo conocí cuando el tendría unos cincuenta años. Definitivamente, vivía al modo que el había elegido. Lo cual no se trata solamente de dinero, sino especialmente de buscar el que le quedara como zapato a su medida.
Su casita era sencilla, ubicada en la zona pobre del barrio, adentro tenía todo lo que necesitaba según como lo deseaba. No voy a extenderme para lograr ser leido sin que te aburras por la extensión. Me voy a circunscribir al hecho de que prefería vivir de changas, como decimos aquí, o sea de trabajos diversos, tales como jardinería, reparaciones del hogar etc. Quiero destacar entonces las herramientas que, con su ingenio había construido para poder defenderse en su trabajo.
Había hecho una bordeadora con una licuadora puesta en forma invertida sobre un caño. Una máquina de cortar césped con una aspiradora de esas de las de antes, tipo Yelmo, que cuentan con tres rodillos. Una soldadora eléctrica con bobinas fabricadas con cables en desuso, que por cierto estaba muy bien hecha. Otras tantas herramientas manuales que sería extenso enumerar.
Tenía una huerta prolija y unas aves de corral.
No le faltaba nada, tenía buen ánimo, pese a contar con un pasado algo tortuoso, que lo había impulsado a alejarse de sus familiares.
Los vecinos lo aceptaban y le ofrecían trabajo. Lo cual le alcanzaba para subsistir dignamente.
Solía expresar con bastante vehemencia ...."tengo todo lo que quiero y quiero todo lo que tengo".
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