viernes, 4 de septiembre de 2009

ADOBE

Ramona era buena, dulce, toda una madraza. Creo, que diariamente, limpiaba la casa donde vivíamos.
Goyo -así le decíamos- era su hijo; teníamos la misma edad, éramos chicos de unos doce años; jugábamos juntos. Me acuerdo que el hacía en casa pequeñas changuitas, como lustrar los zapatos de toda la familia y por sobre todo, algún trabajito de albañil. En ese tiempo, me limitaba a observar su trabajo y a aprender algo de lo que hacía.
Había entre los dos, una diferencia de situación, que mucho no comprendía.
Lo cierto es, que teníamos una tácita, pero real amistad o algo así. Nos conocíamos de niño a niño. Su persona quedó marcada en mí con el correr de los años. Ignoraba, que tambien yo llegué a ser importante para él. Entre nosotros no abundaban las palabras profundas...

Cierta vez, fue su cumpleaños y me invitaron. Mi memoria quedó impactada. Su casa era, lo que en Argentina llamamos RANCHO CHORIZO (son construidos con adobe, es decir, barro y paja amasados, como el nidito del hornero). Era cálido y con olorcito a rico; era la primera vez que entraba a alguno de éstos.
Allí estaba la buena Ramona, haciendo TORTAS FRITAS, algo tan típico como delicioso y simple.
Afuera estaban varios chicos del barrio, jugando y comiendo de esas tortas y tomando MATE COCIDO, que también es una de las costumbres tradicionales en nuestro país. Despues jugamos a la pelota, que también son raíces de muchos otros lugares.
Los gritos de fiesta y alegría, de un modo tan lindo como sencillo, quedaron vibrando en mis oidos; igualmente que el olor de las tortas fritas y tantos otros detalles...



Después de muchos años. Estaría orillando los cuarenta. Entre otras ocupaciones, teníamos un negocio con mi esposa, en el centro de la ciudad, en la misma casa que habitábamos.
En una ocasión entró a comprar algo un hombre de mi misma edad. Se plantó frente a mi, muy seguro de si mismo. Se dedicaba a la construcción, era Maestro Mayor de Obras e irradiaba una onda inconfundible, lo reconocí enseguida... ¡era GOYO!
La emoción fue grande por parte de los dos. Removimos en poco tiempo los recuerdos del pasado, allí mismo y bien guardados.
Nos abrazamos con pocas palabras, como había sido siempre nuestra modalidad, pero con mucha emoción. Se marchó con su vida y yo quedé con la mía... muy felices y reflexivos; sacudidos por la historia y la esencia tan dificil de explicar....


4 comentarios:

Anónimo dijo...

y pudieron volver a compartir algo? la vida a veces nos lleva por caminos particulares y distrintos, y la inocencia de ser chico se pierde frente a la vida de adulto.
como siguió?
un beso

LAO dijo...

nadasepierde.No,la distancia geográfica nos alejó en este caso.No nos volvimos a ver. De una cosa estoy
seguro, y es que a los dos nos ha quedado un lindo recuerdo. A eso no hay nada que lo borre!! Muchas gracias, un beso.

Lembranza dijo...

Hay recuerdos que por mucho tiempo que pase no se olvidan, ese es uno de ellos. Me alegra de que volvieras a encontrar a tu amigo de infancia, nadie sabe lo que nos depara la vida y quizas un día vuelvas a encontrarlo, cuando menos te lo esperes, si no es asi, su recuerdo siempre ira contigo. Un abrazo

LAO dijo...

Lembranza. Muchas gracias un abrazo.