sábado, 16 de febrero de 2013

MESA MÁGICA

A los chicos casi nada les pasa desapercibido. Registran imágenes, olores, gestos y actitudes de las personas mayores, discusiones y tantas pero tantas cosas que luego los acompañarán por el resto de sus vidas.

Es muy cierto que tenemos una memoria selectiva, la cual está manejada por misteriosos recintos dentro de los cuales archivamos y coleccionamos lo que nos interesa recordar, lo que nos ha impactado por alguna razón; y también hay un cuarto oscuro, donde dejamos en cierto modo olvidado aquello que queremos descartar por diferentes múltiples razones.Desde luego que la ciencia dispone de métodos para urgar en ese misterioso depósito, pero no sería el tema que me ocupa en este momento.

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Desde muy pequeño  tomaba todas las cosas que escuchaba de la boca de los mayores al pie de la letra, o sea, literalmente;  si escuchaba decir por ejemplo "corre esa silla", pensaba que me pedían que corriera tras ella, cuando lo que me estaban diciendo era que la desplazara. ¿Se entiende?

Así fue que cuando escuchaba a los grandes decir que iban a "jugar a la canasta", que es un juego de cartas bastante clásico, yo pensaba que la canasta que había en el centro de la mesa que ellos rodeaban era el objeto esencial del juego, cuando en realidad no tenía nada que ver con el mismo.
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Hay un desfile de acontecimientos que pasan por mi mente, vinculados con esa mesa que hoy todavía existe; es de un juego de muebles de estilo provenzal, ubicada en el centro del living comedor, como se decía entonces...

Allí estaba Alberto sentado en un lugar destacado de esa mesa y rodeado de chicos; se ve que era un muchacho bastante joven, pero entonces me parecía mucho mayor, eso era porque yo era muy chico.

Muy sonriente, tomando entre el índice y el pulgar de la mano izquierda una moneda grande, hacía un ademán y un soplido al mismo tiempo que la agarraba con los mismos dedos de la derecha, la moneda misteriosamente ante nuestro gran asombro de niños desaparecía y luego la encontraba debajo de la canasta que te mencioné.

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Pasaron muchos años y a la edad de doce años mas o menos, estando en la escuela secundaria, voluntariamente concurría a la misma los días sábados en colectivo, lo que significaba un viaje de casi una hora. Era para asistir con permiso de mis padres, a un curso gratuito de magia en el cual un buen señor mago nos enseñaba secretos y de su oficio. Interesadísimo estaba yo, a tal punto que comencé a fabricar distintos implementos necesarios para llegar a ser un mago como el. 

Te cuento que el primer truco que nos enseñó fue aquél de la moneda. El cual requiere de práctica, concentración y manejo del público. Este secreto vino a ser como las primeras letras.

Transcurrido un cierto tiempo dejé de asistir a ese curso y no le dije nada a mis padres que era para no gastar mas dinero en las preparaciones y los viajes. Creo que era yo el que magnificaba el asunto............

Aún así he guardado conocimientos adquiridos y hasta el día de hoy cada vez que me vinculo con un niño chico suelo hacer "el pase de la moneda" captando su intención en forma mágica, ya que estas cosas poseen algo que va mas allá de lo visible. 

Solamente con los años, revisando el pasado, descubrí que era por Alberto que ésto me entusiasmaba tanto. Seguramente debido a la forma afectuosa en que nos había tratado.........
                                                                                                                                              





























3 comentarios:

Abuela Ciber dijo...

Hermosos recurrdos y, pensandolo , tienes razón, se recuerda a las personas que nos tratan con dignidad.

Cariños

maria cristina dijo...

Bueno, habrá que ver quién era Alberto, un padrino un tío un primo? Seguirá la incógnita hasta el próximo capítulo? Hermosa anécdota Lao, un abrazo!

magu dijo...

LAO
Ayyyyyyyyyy ¡¡¡¡¡¡¡¡, ¡qué nostalgia¡, también recuerdo a un primo más grande que nos hacía una gala de magia en verano a todos los chicos, CRISTIAN. Era todo un show y lo hacía para los chicos de la quinta y los vecinitos, hasta el traje de mago tenía, no recuerdo si era negro o amarillo, la capa y la galera. A mi la magia siempre me aburrió, no prestaba atención a donde estabn las cartas, no me interesaba ni saber ni adivinar nada, jaja tampoco me asombraba ver los resultados, pero me gustaba el entusiasmo de los chicos y de él mismo en ese espectáculo, a mi modo, me gustaba observar la alegría de todos que me contagiaba. Es como ver una película mala c´´omica te reís de lo mala, si estás con amigos.